Ortografía e Independencia
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En 1910 pokos jóbenes se negaron a tomar las armas por una debastadora Řebolusión Mejikana; entre eyos estaba Alberto Magno Brambila Pelayo, jalisiense del poblado de Santa Řosalía, nasido el 12 de julio de 1884, a kien le preokupaba más otra řebolusión menos sangrienta pero más ardua i kisá más fruktífera: la del lenguaje.
Inmerso en la biolensia de los años posteriores, Alberto Magno Brambila lidió kontra su kotidiana pobresa, kontra kualkier tipo de řesponsabilidad, pero sobre todo kontra su karákter impulsibo i řebelde, kausa de múltiples desbenturas. Fue sastre, barbero, biolinista, aprendis de sirujano, kantinero, funsionario de gobierno, maestro filólogo, pero ante todo poeta, porke su poesía, aún sin aber trasendido, nunka dejó de estar presente entre sus afektos. Su obra es apabuyantemente vasta: Ekos Nasionales, kon más de trese mil versos; barios tratados sobre omofonolojía i etimolojía; un estudio del lenguaje popular en Jalisko; inbestigasiones sobre los adjetibos jentilisios; řeflexiones aprobatorias o desaprobatorias sobre el kontenido de los řefranes i sobre las palabras ke expresan boses de animales. Pero fue asia 1928 kuando Alberto Magno Brambila fraguó i editó un sistema ortográfiko basado en la libertad i la řasón: libertad, pues kreyó ke la ortografía española era un yugo ke nos impedía enkontrar identidad nasional; řasón, pues pensó en eliminar del alfabeto los signos fonétikos c, ll, q, v, w, z, porke los mejikanos no los pronunsiamos; simplifikando el fonema ch al řepresentarlo h, i el fonema rr en una ř con tílde; řespetando las řeglas de asentuasión i puntuasión. Yamó a tal sistema Ortografía Řasional Mejikana, lo publikó i difundió: aunke enkontró entre sus kontemporáneos algunos segidores, fue la ortografía tradisional la ke sepultó en el olbido esas pokas obras produsidas. Fundó para su benefisio la Editorial Brambila, ubikada en la kaye Krus Berde número 603, en la siudad de Guadalajara. Sostubo, en su ajetreada bida, kuriosos enkuentros kon afamados bandidos řebolusionarios komo Pedro Samora i también alguna amistad kon el artista Ixka Farías, i kon el entonces diputado, Enřike Días de León.
Alberto Magno Brambila murió el 11 de disiembre de 1974. Tenía 90 años.
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Imaginemos hoy una independencia de este tipo. Significaría una ruptura violenta –pero no sangrienta– con lo hasta hoy establecido, que repercutiría de modo mediático en el mercado editorial, tanto como si cambiáramos de idioma. Sin embargo, no es un cambio de idioma sino una adaptación esencial que transformaría el idioma español en uno mexicano. Lo importante sería la repercusión que tendría en toda la educación nacional, presente y futura. La propuesta de Brambila facilitaría el aprendizaje ortográfico, pues bastaría con hablar correctamente para escribir con igual corrección: en el aprendizaje de todo idioma el individuo pasa de la oralidad a la escritura; así, este paso sería más sencillo. Es evidente que no resolvería los problemas actuales del aprendizaje de la ortografía, pero facilitaría su resolución; y esto sería el comienzo de una revolución en nuestra idiosincrasia.
En décadas mucho más recientes y en el corazón de España, el filósofo Jesús Mosterín ha buscado y promovido el mismo tipo de modificaciones ortográficas basado también en la lógica fonémica. La principal objeción de sus detractores ha sido que una nueva ortografía haría obsoletos los textos clásicos. Esto es gramaticalmente cierto, pero literariamente falso: ya ningún español lee ni escribe con la gramática del tiempo de Alfonso X, El Sabio, pero su literatura y sabiduría perduran en certeras adaptaciones al español moderno. Que el lenguaje es un ser vivo y se transforma constantemente, es algo que se sabe.
Ahora bien, que esta necesidad de redefinir el castellano implique históricamente a los países colonizados por España no es inexplicable: antes de la Conquista, cada cultura tenía su lengua y tras ella, con la imposición de un idioma, pareciera que hablamos español con desgano y erratas, como si no hubiese otra alternativa –y, quizá, hasta con cierto rencor. Luego de Cortés, ¿en cuál época histórica el pueblo mexicano ha escrito y hablado con corrección el español? ¿En cuál país hispano de América ha surgido otro Siglo de Oro, luego de la conquista? No ha sucedido. ¿Y no son esas ausencias de florecimiento intelectual un síntoma de una identidad nacional maltrecha? Todos los días la sociedad mexicana lucha por identificarse con elementos de muchas culturas sin lograr ser un crisol de éstas; es más como un rompecabezas que no reconoce cuáles piezas aportó a la construcción total de la imagen que representa.
Un cambio ortográfico, por el cambio mismo, sería artificial y fallido. Una revolución siempre es catártica; surge porque ya es inevitable y propicia. Una Independencia se gana o se pierde, pero una Revolución sólo se padece en sus resultados a favor o en contra. En 1910 estalló la Revolución Mexicana, y para 1928 Alberto Magno Brambila había ideado y publicado su sistema ortográfico independentista. Un año más tarde, en 1929, se funda el Partido de la Revolución Mexicana y Plutarco Elías Calles declara en oportuno discurso que ha terminado la época de los caudillos y comienza la de las instituciones; da así el banderazo de partida al largo y tortuoso camino en busca de la democracia prometida, en el que todavía estamos. Habían cambiado las reglas del juego: la revolución ortográfica ya no requería un caudillo sino una institución que la proclamara, pero las instituciones que nacían estaban inmersas en conflictos sociales y olvidaron e ignoraron la propuesta ortográfica. En la cruenta Revolución Mexicana no se ganó identidad y esa derrota cimbra los cimientos de nuestra misma Independencia.
Sin embargo, durante el pasado siglo hubo otros brotes de esta iniciativa. El escritor argentino Julio Cortázar escribe el capítulo 69 de Rayuela con ortografía racional mexicana y alude al periódico de Magno Brambila, Ortográfiko, para urdir una ficción. Era 1963: un momento importante para la novela hispanoamericana, y dentro de una novela notable del llamado “Boom”, este brote de libertad intelectual es leído por sus contemporáneos únicamente como un divertimento barroco.
Para 1997, cuando el ya Nobel colombiano Gabriel García Márquez propone humildemente “Al Dios de las palabras” que se retire la h del abecedario, el mundo editorial se paró de pestañas (como siempre habrá de esperarse) y todo quedó, en aquel I Congreso de la Lengua Española, como una mala puntada del “Gabo”.
¿Ha llegado el tiempo de una revolución ortográfica? La globalización, la Internet y los sistemas de comunicación e interacción social cada vez más avanzados parecen homogeneizarnos cual “ciudadanos del mundo”, pero este fenómeno parece indicar que son más las pérdidas de raíces y de tradición que las ganancias cosmopolitas. El lenguaje está sufriendo deformaciones cotidianas en pos de la velocidad de su escritura, deformaciones producto de la pereza y no de la comunicación. Quizá éste sea un buen momento y ahora una ortografía nacional nos dé claridad de pensamiento, sentimiento de propiedad, seguridad de palabra y un campo lo suficientemente amplio para crecer con mayor libertad en el mundo de las ideas. Sin duda, el próximo Grito de Dolores, el nuevo Plan de San Luis, se dará por Facebook o por alguna otra red social y convocará a tomar no las armas, sino las palabras.
1 comentario:
Pues sí, me enkanta esa posible rebolusión (más bien reforma) de la ortografía.
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