VELA

Varilla de cera (que puede tomar forma humana, que puede imitar la vida por un instante) cuya mecha que emerge de su vientre alumbra (da a luz, paridora del fuego). Aquí comienza todo:


En las velas se cifra el único Tiempo que importa al Hombre; la edad. Significan seducción cuando iluminan una cena. Son la bandera del erotismo en la penumbra de una alcoba, el símbolo de la fe en el altar de una iglesia. Entre una vela y un espejo está el misterio de la magia y de la visión que puede enloquecer a cualquiera. Es de una vela la última luz artificial que ilumina un cadáver antes de penetrar en la eterna obscuridad del sepulcro.

No solamente un objeto, la palabra en sí es un punto concéntrico de bonanzas y desventuras: Es por una vela de barco que los hombres conocieron el mar y otras tierras, y escribieron sus narraciones que a la luz de una vela de cera leyeron nuestros antepasados y pudieron también conocer el mar y otras tierras. El viento odia las velas, destruye cuando puede las de los barcos, apaga las de cera: cuando el viento supo que Ícaro volaba con alas unidas a su cuerpo con cera de vela lo sedujo acercándolo al sol. En Viaje a la semilla de Carpentier, el que una monja encienda una vela con los dedos es señal de que el mundo entero retrocede. Para Macario, de Traven, la existencia de cada hombre esta representada por una vela que se consume.

No solo la palabra, el acto que cabe implicar; velar, es sustancial. En un texto de Hawthorne una mujer vela el sueño feliz de otra mujer porque teme que al despertar sea desdichada, pero es precisamente ella, la veladora, quien la despierta con una lágrima.

Las velas derraman lágrimas de cera; sospecho, por ese símbolo, que hay lágrimas capaces de encender una vela.

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