NAHUAL

En la estrecha división entre realidad y fantasía, sobrevive la figura del nahual: hombre con el poder de transfigurarse en animal. Este legendario poder, las más de las veces es hereditario, aunque alguna historia refiere como un tigre lo otorgó al saltar siete veces sobre un hombre desnudo. No sólo son tigres, también leones, jabalíes, culebras, faisanes, cerdos, perros; pero sólo una figura pueden adoptar. Igualmente, ser nahual tiene sus riesgos y sus condiciones. En la mayoría de sus pericias terminan por encontrar la muerte a manos de algún cazador o de un rencoroso. Si son heridos siendo animales, al volverse hombres la herida los delata. Además deben obedecer una regla básica: no comer de sus presas, sólo la cabeza y la mitad del cuerpo, si la comieran completa, al transformarse de nuevo en hombres, conservarían la cabeza y pezuñas de bestia.

Sin embargo estos personajes rara vez atacan a otro hombre y su depredación es sólo de animales que son su alimento; sus agravios son travesuras cometidas gracias a su aspecto incógnito. La filosofía nahuatl los tiene por seres burlones o magos irresponsables que utilizan su poder en trivialidades, pero también son naturales depositarios de un poder ancestral: son la otredad oculta de la humanidad.

Hay un mito paralelo que esboza con mayor claridad esa otredad y es el de las Tonas. Una tona es un animal con el cual compartimos nuestra alma al nacer; de ese animal depende nuestro bienestar y de nuestra salud depende la suya. No es fácil distinguir esa alma gemela en un animal: si un hombre dispara contra un ave que es su tona, al matarla morirá instantáneamente él. Así por cada animal que muere, un hombre enferma y muere también. Otras son las precauciones para quien sabe a su tona muerta: una es comer su carne cruda, la otra, calcinarlo y untarse sus cenizas. A veces un hombre puede tener varias tonas y en la suerte de tres animales estar depositado su destino.

Los significados de las palabras nahual y tona son vastos y niegan una traducción precisa; son como la cultura precolombina de la que provienen y nunca termina de mostrarse por completo. Misteriosamente, basta con encontrar en los ojos de un perro una terrible mirada humana; o recordar ese cuento de Lugones donde un simio moribundo pide agua como pidiendo vida, o mirar fijamente cualquier rostro humano para entrever el perfil de un animal que se oculta por el bien de todos.

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