TÁCITO

Algo nos dice esta callada palabra, algo que debemos inferir, deducir o adivinar.

Síntoma de nuestra época; hoy que es tan fácil comunicarse con los demás, que basta oprimir una serie de botones —sean de teléfonos, de timbres en puerta, de interfones, de contestadoras, de computadoras— para que surja la voz o la imagen de quien habrá de escucharnos y hablarnos; hoy, que somos capaces de articular cientos de palabras sin llegar a expresar algo mínimamente genuino como el gruñido del cavernícola; hoy que vivimos en el imperio de la información, callar resulta propicio. Como un virus que contradice las leyes del organismo que lo contiene, el silencio aflora tratando de imponerse ante la dictadura del lenguaje.

Surge así el espíritu taciturno que hace un siglo fuera peculiar defecto del antihéroe ensimismado y hosco, pero que ahora resulta evidente, novísimo y caduco como ruinas entre la maleza. Así, integral en el ánimo de cada vez más ciudadanos modernos, aprendemos a callar o, mejor dicho, a pensar mejor lo que hemos de decir.

Pero primero entendamos al espíritu taciturno, analicemos su mustia forma de operar, interpretemos lo que no dice: Ha nacido ayer, recién despierta y no comprende el mundo. Piensa que aún mientras permanezca callado los demás podrán conocerlo y comprenderlo sin necesidad de que se anuncie o se explique. Confía en que mientras se niegue a usar las palabras otras formas de comunicación se practicarán a su alrededor. Ha oído hablar de la frenología, que revela el carácter de una persona mediante la forma de su cráneo; confía en que los quirólogos sabrán leer sus manos mejor que las gitanas su futuro; deposita su fe en que cada prenda que vista revelará, a quien lo observe, su modo de pensar y su situación actual. Dejará que las líneas de su rostro manifiesten sus estados de ánimo. Buscará que cada movimiento evoque su pasado: cada noche de aventura y cada día de tedio, bonanza y desgracia.

Para qué hablar —se dice— si la mirada sabe ser profunda, inquisitiva, si parpadear o mirar de reojo es crear un nuevo código Morse con el cual pedir auxilio, exigir atención o declarar un sentimiento. Aunque el espíritu taciturno ignora que en el reino oral todos son ciegos: nadie comprende aquello que no escucha y las imágenes suelen perderse en el pozo de la inconsciencia: Ahí, una verdad demasiado sutil y silenciosa es más bien una mentira.

Si el espíritu taciturno, desde la isla en que se ha convertido, arrojara al mar una botella que contuviera su secreto y lejos, en otra orilla, alguien la encontrara, vería al descorcharla que la botella está vacía: pensaría que sólo es basura.

No hay comentarios.:

Seguidores