Alguien/ Zozobra

ALGUIEN

Desde las sombras del porvenir, una imprecisa silueta se asoma con ojos de sospecha, labios de conjetura e hipotético cuerpo. Su arribo es inevitable como la felicidad, temible como el amor y fatal como la melancolía. Nadie sabe quién es; su nombre antecede a todos los nombres, diluyéndolos en una sola palabra: Alguien.

Persona a la que sin conocer todavía, ya nos esforzamos por no olvidar. Promesa, o amenaza, que debe cumplirse para que nuestra vida no sea solitariamente nuestra. Premonición amorosa: Kriemhild, princesa de Burgundia, soñó a un halcón poderoso y supo que Alguien se acercaba a su virginal memoria: ese Alguien era Sigfried, el hombre al que por amor traicionaría.

Es, por ende, también adivinanza de muerte: Jerónimo, guerrero indio, creyó ver en su destino un irrefrenable caballo de metal, avanzando hacia un horizonte infinito; más tarde su visión lo derrotó: era el tren que lo conduciría a su cautiverio final.

Alguien —que es algo y alguna— existe siempre más allá de nuestra percepción; su presencia consiste en el tiempo que tarda en llegar (el viaje entre la imaginación y la realidad es largo) y desenmascararse. Su rostro es indefinido: siempre predispuesto a ser superado por la estética de lo tangible. Verdugo o benefactor, ruina o fortuna, desesperanza o bálsamo; por cada persona viene un Mesías y un Anticristo con carta de presentación compartida. Intuirlo no basta; ir a su encuentro es postergar la cita; huir o esconderse es entregarse inútilmente a la jauría de la ansiedad.

El mundo, que es grande y complejo, ofrece este consuelo: Todos somos Alguien.

En la innumerable gama de interrelaciones personales, de reuniones y separaciones arremolinados; de sonidos o silencios que ora comunican, ora aíslan en el calabozo de la mala interpretación; de entreveradas llegadas y partidas que obstruyen los caminos del sentido común; de inconsciencias e intenciones, las cuales poco o nada saben de la felicidad: en ese laberinto sobrepoblado e imposible de recorrer que llamamos vida, somos Alguien para Alguien más: no reconocernos a última hora será tentar a la desdicha, dejar de ser Alguien para comenzar a ser Nadie.

Sueño ajeno, tenebrosa vigilia, punto de fuga, puerta a la esclavitud somos. La noche triste en el alba que despunta: la pena o el placer que por otros tiene que ser.


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