Revista Punto de Partida 176: Narrativa chilena actual


Dentro de la increíblemente vasta oferta que puede hacernos cualquier revista de literatura, elegir mostrar y promover obra de autores que por su juventud o su lejanía geográfica o circunstanciales marginaciones editoriales, son poco conocidos, es una elección atinada y fértil. La revista Punto de partida ha tomado esta meritoria elección y su número 176 está dedicada a la narrativa chilena actual.
            Ante una revista que ofrece cuentos y fragmentos de novela tengo la consigna de que leer cuentos es como contemplar arte figurativo y que leer fragmentos de novela se parece más a contemplar arte abstracto. Uno puede ver con toda nitidez la historia que ofrece un cuento de principio a fin y establecer un juicio de valor sobre su efectividad verbal respecto a la historia contada; en cambio ante un fragmento de novela uno renuncia tácitamente a saber la totalidad de la trama pero advierte, como en las pinturas abstractas, un ritmo, una tensión narrativa y una idea que surge más como un fantasma que como una fotografía instantánea.
            Por eso los lectores de Punto de partida podemos apreciar con toda nitidez en el cuento de "Patria automática" de Álvaro Bisama la investigación fantástica que escudriña un pasado casi familiar hasta llegar a saber y advertir un ejército de  soldados autómatas enterrados, o en el cuento “Si me llevas a Guadalajara, dejo de comer lácteos” de Claudia Apablaza nos divierte la truculenta plegaria de una personaje acostumbrada a vivir en la cuerda floja de sus sentimientos. O en el encriptado y breve cuento “Un retrato lineal” de Maori Pérez en el que un encargo sangriento tiene el rostro equivocado. Sólo tres cuentos ante siete fragmentos de novela. La numeralia parece decirnos lo evidente, que hoy por hoy en la narrativa reina la novela abrumadoramente sobre el cuento. Punto de partida ofrece siete fragmentos de novela que van, desde la cordialidad que asesina cualquier intención erótica, en la narrativa de Marcelo Mellado, a la superficialidad colectiva que se transforma en singular forma de profundidad individual en la polémica personaje de Yuri Pérez. De los sueños recordados como única pista para desentrañar el presente, en Nona Fernández, a la pasión contemplativa que contiene historias pudorosamente íntimas en la narrativa de Cynthia Rimsky, Pasando por fragmentos que retratan el horror, la violencia y la locura en novelas de Cristóbal Gaete, Matías Celedón y Felipe Becerra.
            Como lector he querido intuir algo que conecte entre sí a estos autores, no sólo una narrativa de la selección que la tiene y que la expone con lucidez Emilio Gordillo en el ensayo de apertura, sino algo que quizá sea exclusivamente chileno y exclusivamente actual. Esta especie de idea fija que la mayoría toca es el recuerdo. Veamos:
Nona Fernández escribe:
… no hay manera de ponerse de acuerdo porque en los sueños, lo mismo que en los recuerdos, no puede ni debe haber consenso posible.
Fernández iguala a los recuerdos con los sueños porque el pasado es igual de vago, igual de irreal que los sueños.
En una parte del cuento de Álvaro Bisama dice:
Chile se llenó de nuevos caminos y nuevas guerras y el regreso de Libertadores pasó a ser una postal, una pintura, una especie de sombra pelirroja que presidia los discursos oficiales; a lo más, un recuerdo sin sangre.
En Bisama lo importante, lo que ocupa su relato se convierte en un recuerdo de poco valor, falseado, sin entraña.
En el fragmento de Cynthia Rimsky puede leerse:
Le pido que le pregunte a su padre si recuerda algo más, pero su expresión me dice que no le encuentra sentido a que su padre recuerde.
Y en ese juicio de Valor Rimsky enaltece la memoria y a la vez la ve devaluada para los demás.
En el cuento de Claudia Apablaza el tema del recuerdo se desempeña mediante su contrario, el olvido y escribe:
Por favor, San Expedito, olvidémonos de A, de JP, y de M. y te prometo que si me llevas a Guadalajara, dejo de comer quesos y lácteos y olvidémonos de A.
En el fragmento de su novela, Cristóbal Gaete escribe;
Pídeme lo que quieras, Patty, necesito algún recuerdo.
Y aunque entonces no lo sabe ese recuerdo será el secuestro de una niña.
Por su parte Matías Celedón escribe
Más allá del alumbrado, los recuerdos de una vida itinerante; la huella virgen del barro que sólo delataba la soledad y la lluvia.
Esa suma de recuerdos es la vida, para Celedón, una vida desolada.
En Felipe Becerra antes que recordar esta el reconocer, pero la exigencia múltiple es la misma:
¿es que tú lo reconoces Celedunio?
Asumo que aquí y ahora esta suma de citas que está fuera de contexto podrían hacerlos ver algo que no es y por lo demás el tema del recuerdo parecen una trampa pues nadie puede escribir sin la memoria, pero al escribir la palabra recuerdo el tema pasa a ser parte de las muchas o pocas obsesiones de un grupo de autores contenidos en esta revista. Entonces pareciera que el acto de recordar atrapara de manera significativa la inventiva de estos autores chilenos, cada uno enfrentándolo a su manera, cada uno llevándolo a un puerto diferente.
            Sin embargo tal observación no deja de ser sólo eso y el recuerdo como inquietud literaria no se filtra en los fragmentos de Marcelo Mellado ni de Yuri Pérez.
            Lo único seguro es que esta incursión en las letras chilenas que propone la revista Punto de partida les resultará reveladora, emocionante y los pondrá tras los pasos de autores que algo tienen por contarnos y que lo saben hacer muy bien.

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