La coyuntura en Iberoamérica y su
influencia en la elección de temáticas y géneros literarios
Fernando de León
Abordaré el
asunto desde mi experiencia. En 2005, después de leer un cuento en la Feria del
Libro de Guadalajara, un editor peruano se me acercó y me dijo que le había
gustado mi cuento y que el propusiera un libro para publicarlo. Yo estaba
feliz. Un año después se publicaba en Lima mi libro, La sana teoría, por la editorial estruendomudo y la edición estaba
cuidada y muy bella. Pero de aquel libro sólo vi unos pocos ejemplares. La
editorial era pequeña y no lograba distribuir en México. El libro se quedó allá
y alguien me dijo que lo había visto en una librería del aeropuerto de Lima.
En 2007 el grupo editorial Almuzara
se instaló en Guadalajara y buscando autores locales me encontró. Publicaron,
bajo su sello Berenice, mi libro Apuntes
para una novísima arquitectura y durante un tiempo fue una historia feliz
con presentaciones y difusión del libro, tanto en México como en España. Sin
embargo, la luna de miel duró poco; el grupo editorial se regresó a España y el
libro, aunque Almuzara es un grupo editorial grande, se volvió inconseguible en
México.
La tercera anécdota es reciente: al
ver que contemporáneas mías como Cecilia Eudave, Iliana Vargas y Karen Chacek
publicaron en la bella editorial Eolas, envié una propuesta y esperé toda una
pandemia mi dictamen, que al final fue positivo: el resultado fue que
publicaron en 2022 mi Manual de
comportamiento fantástico; un libro estupendamente editado, con prólogo de
Alberto Chimal, pero que, de nuevo, no llegaría nunca a librerías mexicanas.
Inicio hablando de estas tres
circunstancias para evidenciar que las ventanas entre países están abiertas,
pero hasta lo bueno tiene un límite. Uno pensaría que en la actualidad existe
una situación favorable para el diálogo y la circulación de libros por toda
Iberoamérica y creo que sucede, pero en un sólo sentido, es decir, que el mercado
mexicano se ha abierto, desde hace mucho tiempo, a escrituras de Sudamérica y
de España, pero no necesariamente al revés, y que parte de las interrupciones
en este diálogo editorial es la dificultad que encuentran las editoras extranjeras
pequeñas y medianas en colocar sus títulos en el mercado nacional, y que sólo
los grupos editoriales gigantes tiene la voz cantante en este asunto.
¿Esos gigantes de la industria
editorial influyen en la elección de temas sobre lo que se escribe y publica?
Es claro que sí, porque su prioridad se ha vuelto vender y para vender un
producto manipulas el mercado. Y si la persona que escribe aspira a vivir de lo
que escribe cae en esas tendencias. Directa o indirectamente las modas
literarias se han dejado sentir, desde la narconovela hasta los libros que abordan
la tragedia personal como testimonio social empático, y frecuentemente, como superación
personal. En su descargo diré que siempre han sucedido como fenómeno editorial
oportunista.
Los géneros literarios también se
ven afectados por el mercado. La novela, como tal, es la reina de las ventas;
el cuento sigue siendo un género menor si se compara con la novela; es fama que
muchas editoriales no te publican un libro de cuentos si no has publicado con ellos
primero una novela de cierto éxito comercial. La crónica se ha posicionado
junto al cuento en esta carrera de popularidad.
La poesía desde hace décadas ha
construido su propio mercado, de editoriales pequeñas que publican, organizan
lecturas y venden de mano en mano laboriosamente.
El ensayo es un género que parece ya
interesar únicamente a las universidades, las cuales jamás se han propuesto
distribuir con eficacia.
La escritura autobiográfica, que en
España ha tomado valioso impulso, tanto en la práctica como en el estudio del
mismo; en México sigue siendo un género que sólo se justifica si tiene algo
morboso por contar, solo la vida escandalosa es digna de ser publicada.
Ahora bien, que el marcado editorial
induzca a ciertos temas o jerarquice los géneros literarios, no significa que
quien se dedique a escribir caiga obligadamente en estas circunstancias.
Creo que existen por lo menos dos
clases de escrituras: aquellas que desean desentrañar los demonios personales y
también las que sienten un compromiso con la sociedad y hacen de ella su tema.
Quienes se sienten identificados con
los primeros, ignoran casi por completo el mundo en el que viven y se avocan a
su mundo interior. Los segundos sólo atienden a su entorno y tratan de retratar
con fidelidad la sociedad que les rodea. No es preciso elegir un bando y, tengo
para mí que ni siquiera es posible, y que los temas que aborda cada escritura
los dictan las propias obsesiones de cada quien.
Deseo concluir con una reflexión
sobre mi experiencia como lector. Desarrollé el gusto por la lectura entre
bibliotecas desordenadas y fui un lector anacrónico y discontinuo que lo mismo
leía novelas del siglo IXX, o los viajes de Marco Polo, o a poetas del siglo
pasado. Cuando yo empecé a leer no existían clasifiaciones, tales como
literarura juvenil o infantil. Lo mismo leía La filosofía de la alcoba de Sade que Platero y yo de Jiménez. Leer bajo el impulso de la curiosidad me
resultó fácil porque no hubo acotaciones genéricas ni debí seguir ningún orden temporal
o geográfico. Ante esa ausencia de guía la necesidad por lo nuevo se debilita,
se muestra como lo que es, la ilusión de habitar el presente literario, que no
es nuevo pero que, presumimos, es menos viejo, y no deberá su valía a la
novedad sino a la calidad literaria que posea.
Algunos de los libros que he podido
publicar podrán no estar en México, pero donde estén encuentran lectores en la
medida de sus posibilidades y eso no es poco.
La coyuntura actual en Iberoamérica es parcial, pero creciente, y genera
una fuerte influencia en la jerarquía de los géneros literarios, pero respecto
a las temáticas de nuestra escritura debemos ser fieles, incluso a nuestras
pesadillas.
Muchas gracias.
Participación en el Primer Encuentro Iberoaméricano de Escritoras y Escritores, Elena Poniatowska Amor, el 22 de febrero de 2025 en CDMX
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