AUSENCIA

Menos que un lugar común es un vacío común: todos hemos sido ausentes incontables veces, pero todos ignoramos lo que significa serlo; conocemos la ausencia ajena pero la propia sólo podemos imaginarla, conjeturar qué forma toma nuestras huellas al abandonarlas; si quedan fijas cual piezas de un rompecabezas eterno o si se desvanecen al momento mismo de forjarse, como figuras en las nubes.

Wakefield fue un singular personaje que fingió partir de viaje durante una semana sólo para ocultarse en una casa vecina a su hogar y contemplar la vida sin él. Tal experimento se prolongó durante veinte años; vio crecer a sus seres queridos, vio la desesperación y la soledad de su esposa. Vio menguar en ella, día tras día, la esperanza de que retornara el marido. Un día vio salir de su casa un ataúd vacío anunciando que su familia ya lo daba por muerto: también de su sitio para la muerte se había ausentado. Desde entonces su mujer vistió de luto y continuó su vida. Finalmente una tarde espontánea, como en la que había partido, regresó a su casa.

Conocemos la historia por palabras de Nathaniel Hawthorne, quien afirmó haberse basado en un suceso veraz, noticia de un periódico: el encanto que implica ser ausente no es ficticio, sucede a la menor oportunidad: La ficción puede hacer invisible a un hombre, darle voz a un fantasma o a un ángel guardián, pero el deseo de saber cómo son los demás cuando no estamos es genuino. Curiosidad vanidosa, pues al sabernos queridos deseamos encontrar añoranza y no hipocresía u olvido; curiosidad ingenua, pues dudamos que esa hipocresía y olvido sean también gestos amables.

Creo distinguir dos tipos de ausencia: la primera es rara y peculiarmente ególatra: la desean los artistas que anhelan trascender e inmortalizar su obra sin llegar a imaginar siquiera los rostros de quienes, en futuras multitudes, elogiarán el rastro del ausente. La segunda es frecuente y elitista: ser ausente sólo para unas cuantas personas, como queriendo ejercitarlas en el oficio de extrañar. De igual manera cada persona tiene un grupo de privilegiados ausentes a su alrededor; por ellos posa, se intimida, se sabe antiguamente acompañada.

Igual que Wakefield fascinado ante su ausencia, a veces quisiéramos, más que estar solos, estar donde estén todos menos uno mismo.

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